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Comunicación corporativa / Referencias y estudios


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Estudio: Lago de Meirama como embalse auxiliar

Plataforma Río Mero Natural

Abastecimiento durante el franquismo

Un servicio público en una ciudad de tipo medio

Fuente: Jesúa Mirás Araujo


Los orígenes del abastecimiento del agua en la ciudad

En el siglo XVI se recurrió a los alfareros de Buño para realizar las tuberías vidriadas de la traída del agua de A Coruña


El depósito escondido que cambió la ciudad

**Fuente: A Opinión de A Coruña, Marco Naya**

El tanque de Monte Alto, el primero en A Coruña y aún en activo, revolucionó los hábitos vecinales con la llegada del abastecimiento privado y, en paralelo, el desarrollo urbanístico más allá de los barrios medievales

El depósito con su aspecto original, en una imagen cedida por la Empresa Municipal de Aguas
Una ciudad bulliciosa se abría hace 110 años a la modernidad. Un 1906 que vio nacer al Dépor, la Academia Galega y la Estrella Galicia. Llovían las ideas pero no caía ni gota del cielo. Al igual que este año, se registraba un verano de sequía impresionante, tanto que el alcalde ordenó traer agua en tren desde Curtis. El agotamiento apuró el inicio de la construcción del sistema de abastecimiento de Monte Alto, que permitió la llegada de agua a los hogares de una gran parte de A Coruña. Fue el primer depósito del municipio y aún está en uso. Era entonces un edificio que se imponía en un barrio virgen. Hoy está oculto a los ojos de sus propios vecinos bajo la plaza donde se ubica el centro cívico del barrio. Su construcción, que se remató un año después con bombas de palenque, fue un hecho de extrema relevancia para la vida diaria de los coruñeses, obligados como estaban a acudir las fuentes públicas para poder acceder al agua.

El cambio hacia un sistema que garantizase el abastecimiento privado tenía como proyecto clave el depósito de Monte Alto. Como explica el profesor de la Escuela de Ingeniería de Caminos y coautor del libro El abastecimiento de agua a La Coruña, Carlos Nárdiz, este se construyó “siguiendo el proyecto de aprovechamiento de aguas del río Barcés”, de 1903. La estructura, con planta rectangular y 8.000 metros cúbicos, fue construida de manera estratégica al situarse en “la cola de la conducción inicial de distribución, a 40 metros sobre el nivel del mar”. Esto permitió proporcionar “cierta regulación de los consumos al estar a una altura adecuada” y “pasar de unos 20 litros por segundo a unos 100”, además de suministrar agua a todas las zonas de la ciudad a excepción de algunas calles de Atocha Alta en las que, “al estar a una mayor altura, el agua llegaba sin la presión suficiente”, problema que se solucionaría en posteriores ampliaciones, dice el ingeniero.

El director de infraestructuras de Emalcsa, José Manuel Orejón, y uno de los trabajadores más veteranos de la empresa, Roberto Catoira, explican que el proyecto de aprovechamiento de aguas del río Barcés “se extendía a lo largo de 25 kilómetros y contaba con nueve sifones y nueve acueductos para poder salvar los desniveles del terreno”. Según comentan, el recorrido “incluía registros para comprobar el caudal cada cien metros”. Este río fue explotado durante años en solitario hasta la década de los cuarenta, cuando “comenzó también a recogerse agua del Mero”. La principal función cumplida por el depósito de Monte Alto, señalan, era la de “compensar los consumos” en las horas en las que el agua consumida superase a la directamente suministrada en la traída.

Orejón y Catoira destacan el hecho de que el depósito de Monte Alto fuese pionero en la ciudad al introducir el hormigón armado en este tipo de infraestructuras, una técnica que “era muy nueva y difícil de calcular con precisión” pero que ofrecía “muchas ventajas, la posibilidad de mejorar la estructura y de ganar espacio”. Esto también ayudó a la realización de la cubierta plana, lo que permitía “aumentar la rapidez y la efectividad” del sistema.

El antes del depósito

La necesidad de construir este depósito se hizo patente con la sequía del año 1906, que comenzó en un verano similar al actual, marcado por la ausencia de precipitaciones. La escasez de lluvia afectó mucho a la vida diaria, ya que la cantidad de agua disponible para la población se redujo considerablemente. Por temor a posibles conflictos derivados de las restricciones, el Ayuntamiento prohibió al sector industrial abastecerse de las fuentes públicas. Los meses pasaban, la lluvia no llegaba y las colas en las fuentes crecían. Tal fue la situación, que en octubre de aquel año el alcalde llegó a un acuerdo para traer diariamente en tren 20 o 30 toneladas de agua desde Curtis, según recoge la prensa de la época. Aquel verano sería al fin la fecha de inicio de las obras que un año más tarde proporcionarían la ansiada estabilidad.

El sistema con el que contaba la ciudad para abastecerse antes de que se instalase el tanque de Monte Alto se basaba en los llamados “viajes del agua”, con destino final en las fuentes públicas de las que los vecinos sacaban el agua potable que necesitaban. Según Carlos Nárdiz, estos “viajes” procedían de diversos puntos como el de Vioño, en funcionamiento desde la segunda mitad del siglo XVI, y el de San Pedro de Visma, procedente de la segunda mitad del XVIII. El ingeniero indica que estos caudales eran “pequeños e insuficientes para la ciudad” y abastecían unas fuentes públicas que generaban “problemas sanitarios como brotes de tifus”.

El fin de las fuentes públicas

Para Nárdiz, el suministro de aguas gracias al depósito de Monte Alto supuso “un gran salto, no solo de caudal, sino también en términos de calidad del agua y de condiciones sanitarias”, que permitió hacer llegar este bien a toda la zona de Pescadería y de Monte Alto. En 1907 se hacía el primer ensayo y el primer llenado del depósito, en aquel momento todavía a cielo descubierto, un hecho que reunió a un sinfín de vecinos curiosos y para el que se dispararon bombas de palenque. Un año después se terminaba la cubierta, con una comilona para los obreros que participaron en los trabajos, y finalmente en mayo de 2010 el Gobierno civil daba la autorización para su puesta en marcha.

A pesar de la algarabía popular, el inicio del funcionamiento del sistema, no estuvo exento de polémica y protestas ya que, como relata Nárdiz, aunque permitía garantizar unas condiciones sanitarias mayores que los viajes de agua, los ciudadanos no estaban dispuestos a pagar las tarifas establecidas para acceder al servicio. De esta manera, algunos ciudadanos continuaron haciendo uso de las fuentes públicas, gratuitamente, hasta que en los años treinta el Concello prohibió su explotación por razones sanitarias y acabó con la duplicidad de accesos al agua presente en el municipio.

Según el profesor de la Universidade da Coruña, en esta época la ciudad aún estaba en trámites para la urbanización del Ensanche ante la progresiva falta de espacio en las zonas de origen medieval de la Ciudad Alta y Pescadería. La urbanización de María Pita, que “suturaba” ambos barrios, aún estaba en ciernes pero la desaparición de la muralla de separación constituyó un primer paso para una urbe más unida. De esta manera, en esta primera década del XX, “la ciudad estaba bastante limitada a la calle de Juana de Vega y a algún desarrollo suburbano en los alrededores de lo que hoy es Linares Rivas”.

El depósito en la actualidad

Hoy en día el depósito de Monte Alto, situado en la calle Vereda del Polvorín, está oculto bajo una plaza ajardinada, por lo que pasa desapercibido a la vista de los transeúntes. Para Nárdiz, esta situación “podría cambiarse para hacer visible la estructura” ya que, según él, “tiene un valor patrimonial dentro de la ciudad”. Los representantes de Emalcsa, por su parte, creen que la propuesta de dar visibilidad al histórico depósito es “complicada” de llevar a cabo debido a la estructura edificada en la parte superior.

El depósito de Monte Alto ha cambiado su uso con el paso de los años. Pasó de ser el único existente en la ciudad a cumplir “una función de regulación” que resulta “vital” al servir como punto de bombeo de toda el agua consumida en el barrio hacia el nuevo depósito, llamado El Vigía. A pesar de esto, tanto Orejón como Catoira coinciden al asegurar que el tamaño del histórico depósito es excesivo, ya que únicamente sería necesaria una capacidad de mil metros cúbicos frente a los 8.000 con los que cuenta. Indican que, en el caso de hacer una nueva zona de bombeo para sustituir este, se construiría más cerca de El Vigía.

Según los datos de la empresa de aguas, un total de 6.785 viviendas dependen de la antigua instalación de Monte Alto para acceder a los 540.000 metros cúbicos que pasan por esta estructura anualmente.

El antiguo depósito de Monte Alto se mantiene como parte de la maquinaria que hace funcionar el sistema de abastecimiento en la actualidad, basado en el proyecto de abastecimiento de aguas de A Coruña que diseñó el ingeniero de caminos Luciano Yordi en 1965. Este proyecto, que fue ampliado y mejorado en numerosas ocasiones, tuvo un hito en la construcción de la actual presa de Cecebre. Según Nárdiz, esta iniciativa era “ambiciosa y estaba preparada para una posible ampliación futura de la ciudad pero no se abarcó por completo por motivos económicos” por lo que en su lugar se construyeron los depósitos elevados que “permitieron todo el desarrollo urbano posterior”.

El crecimiento de las necesidades

**Fuente: A Opinión de A Coruña**

Cuando la cota de 40 metros sobre la altura del mar se quedó corta para dar suministro a una creciente ciudad tanto en habitantes como en el tamaño de las edificaciones, los depósitos comenzaron a realizarse a una altura más elevada para que el agua pudiese llegar con más presión. “Cuanta más altura tenga el agua, más presión se podrá ofrecer a las viviendas sin necesidades de que se empuje por bombas”, explica Roberto Catoira, quien afirma que el aumento de la cantidad de depósitos existentes busca “adaptar la red de suministros a las variadas cotas existentes en la ciudad, que están entre cero y 280 metros”.

De esta manera, las estaciones de bombeo de Ciudad Jardín y de Os Castros, no tardaron en brotar en el paisaje coruñés para abastecer a unas zonas que estaban a más altura de la que era capaz de suministrar el depósito de Monte Alto.

Según Orejón y Catoira, esto fue clave para el desarrollo urbanístico de la ciudad pero en los años 60 y 70 se hizo necesaria la creación de la presa de Cecebre para garantizar que siguiese creciendo. “El depósito de Monte Alto y la construcción del embalse de Cecebre constituyen los dos puntos clave del abastecimiento de la ciudad”, aseguran desde la compañía.

Red y crecimiento urbano

Contexto laboral en Aguas de La Coruña durante el franquismo

Impacto del marco regulador: el caso de Coruña

Regulación del abastecimiento en Coruña durante el Franquismo



Los oficios del agua

La revolución del agua en Barcelona

La revolución del agua en Barcelona. De la ciudad preindustrial a la metrópoli moderna, 1867-1967

La revolución del agua, inscrita en el cúmulo de cambios que denominamos «revolución industrial», rompió los viejos equilibrios entre el agua y la ciudad. La perspectiva histórica nos lleva a apreciar la profundidad y el carácter sistémico de esa discontinuidad, con fuertes implicaciones tecnológicas, económicas, sociales y culturales, que ha modificado radicalmente nuestra relación cotidiana con el agua. En Barcelona, los nuevos requerimientos se resolvieron inicialmente intensificando las viejas prácticas preindustriales, pero los retos del Eixample, así como el ejemplo de otras grandes ciudades, pusieron las bases de la transición hacia el nuevo «modelo circulatorio», en el que suministro de agua y sistema de saneamiento se equiparaban a los sistemas arterial y venoso. Hacía falta un nuevo alcantarillado para evacuar las aguas distribuidas y para garantizar el desagüe de los residuos de letrinas, y también un buen caudal de agua para garantizar la limpieza de ese alcantarillado. Las transformaciones decisivas se precipitaron durante el cambio de siglo, con el proceso de concentración empresarial y el arranque de la renovación efectiva del alcantarillado.

Uno de los aspectos más novedosos y relevantes de esa evolución es la incorporación del agua a las viviendas, con los nuevos aparatos sanitarios y los espacios de baño, que modificaron profundamente las prácticas higiénicas y vehicularon una nueva cultura del cuerpo. Este cambio de modelo requirió unos cien años, que pueden acotarse entre 1867, cuando se construyó la primera elevación en nuestra ciudad, y 1967, cuando la llegada efectiva del agua del río Ter permitió generalizar las nuevas pautas de consumo.




La huella institucional


Los orígenes del abastecimiento




Al fin, en 1908...




Primer consejo de administración como Emalcsa


Historias ciudadanas


De lavaderos y fuentes

Un largo camino hasta que al fín en la década de los 70, con 20 años de retraso, empezaron a popularizarse los electrodomésticos…


Junio 1907: Coruña paralizada por la huelga de lavanderas

Hasta que las innovaciones técnicas y las mejoras de las redes de suministro de agua y electricidad llegaron a las viviendas, el lavado de ropa de las familias acomodadas era realizado por mujeres especializadas en este tipo de trabajo. De aquella los censos eran escasos y las estadísticas, de lo que ahora llamaríamos tamaño del mercado, inexistentes, pero había una legión de mujeres (y algunos, pero pocos, hombres) que soportaba duras condiciones y abusos.

La falta de agua corriente y la escasez de espacios apropiados en el interior de las viviendas obligaba a utilizar los lavaderos públicos o en la orilla de los ríos. El trabajo era especialmente ingrato y con especiales consecuencias para la salud ya que debían permanecer muchas horas de pie y dobladas sobre las tablas o piedras de lavar, en un ambiente húmedo e insano, con las manos mojadas y atacadas por los componentes de los jabones, creando así un clima propicio para catarros, afonías y dolores de huesos y músculos, sin olvidar la posibilidad de contagio de la ropa sucia de los enfermos.

Al trabajo de lavar, entender y recoger la ropa había que añadir las caminatas que muchas debían realizar, cargadas con la colada por caminos intransitables.

Pero lo peor era la incapacidad para ganarse la vida por la falta de agua durante las sequías o los problemas de abastecimiento y surgía la rivalidad entre las mujeres que, con frecuencia, acababan en reyertas que incluso precisaban la presencia de las fuerzas públicas para calmar los ánimos. En más de una ocasión, llevaron sus quejas a la prensa, que eran recogidas en este “tono condescendiente”. Seguir leyendo...

El agua en A Coruña. Fuentes, estanques y lavaderos

Una guía para conocer de primera mano los lugares e incidencias que marcaron el origen, desarrollo, y decadencia de toda una cultura del agua que fue sustituida por una nueva, más práctica y útil a los ciudadanos.

El trabajo realiza un minucioso recorrido por 131 fuentes, de las que 48 han desaparecido. Muchas de ellas se mantienen, aunque no ya como fueron concebidas, sino con un uso o en una ubicación diferente a la original. Hay contabilizadas también 328 fuentes de beber, que figuran en el inventario municipal. La obra se completa con un guiño a los estanques, lavaderos, pozos y casas de baños que forman o han formado parte del devenir histórico de la ciudad.

El texto del historiador José Manuel Fernández Caamaño y del ingeniero Ricardo Vázquez Pérez, director de Innovación y Desarrollo de EMALCSA, se acompaña con una amplia selección de las 372 fotografías que concurrieron al concurso que EMLACSA convocó en su día al efecto.

La portada reproduce el gravado de Pablo Ruiz Picasso en el que el artista retrata a la “aguadora” de su casa.


El agua y la salud

El Club del Mar, un lugar en el que los vecinos podían venir a ducharse.**



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referencias_y_estudios.txt · Última modificación: 2024/02/22 13:07 por iagoglez

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